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ANTONIO ZAPATA LA GUERRA SENDERISTA. HABLAN LOS ENEMIGOS, TAURUS, LIMA, 2017

Автор: Meza Bazán Mario

Antonio Zapata La guerra senderista. Hablan los enemigos,

Taurus, Lima, 2017

El tema del conflicto armado interno en el Perú, acaecido entre los años de 1980 y 2000, ha generado, desde la publicación del Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación en el 2003, una inmensa bibliografía sociológica, testimonial y literaria. Desde entonces y durante los últimos quince años, el cuerpo documental para profundizar las investigaciones sobre la violencia política de esos años se ha acrecentado de una manera sustantiva.

Uno de los últimos aportes a esta bibliografía es el texto titulado La Guerra Senderista. Hablan los enemigos del historiador Antonio Zapata Velasco. La importancia de este texto, que ahora reseñamos, radica en la inclusión del testimonio de Elena Yparraguirre, dirigente número tres del Partido Comunista del Perú - Sendero Luminoso. Este testimonio, recogido en extensas conversaciones en la cárcel con el autor del libro, profundiza aspectos sobre la vida personal y la

visión estratégica de una de organización subversiva. Pero única que aparece en el libro, interpelada por la de los Luminoso, pues el autor del Ejército Peruano, -en el 2010 una versión oficial contrasubversiva bajo el título como versiones "oficiosas" de

SENDERISTA

HABLAN LOS INEMIG0S

las máximas líderes de la la voz de Yparraguirre no es la por el contrario, ésta es enemigos de Sendero recoge también los testimonios institución que hizo conocida de su experiencia institucional En honor a la verdad-, así ex miembros de esta misma

institución, de la Marina de Guerra y de la Policía Nacional. Estas voces aparecen como contrapuntos narrativos de la guerra senderista sostenida por Yparraguirre.

El libro contiene seis capítulos construidos en función de periodos marcados por las etapas estratégicas del conflicto armado, que se tejen con las versiones y relatos de las cúpulas, que dieron sentido con sus decisiones, a las operaciones militares plasmadas luego en los escenarios de conflicto. En esencia, la trama del libro narra una historia de aparatos políticos militares diseñados para guerras crueles de baja intensidad, que fueron abriéndose paso en medio de una sociedad expuesta a la pobreza y a la marginación. Expone los orígenes y antecedentes de la organización subversiva; el despliegue y desarrollo de los hechos políticos y militares de los principales contendientes (Sendero Luminoso y fuerzas estatales); y, finalmente, ilustra la caída de la dirigencia senderista que, en una especie de cierre magistral de estrategias contrapuestas y divergentes con sus enemigos, condujo a la derrota de la organización subversiva y a la victoria de las fuerzas estatales.

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Es interesante encontrar en el texto cómo las diferentes narrativas que presenta el autor tienen curiosas convergencias en el diseño y ejecución de acciones militares, caracterizadas, fundamentalmente, por la enorme crueldad del uso de la violencia contra la población:

"La estrategia que siguió inicialmente el EP propendía al control territorial a través del establecimiento de bases e incesantes patrullajes. Así, los militares procedieron a dividirse en unidades más pequeñas y ocuparon las provincias ayacuchanas. Frente a esta orientación el PCP-SL se propuso controlar a los seres humanos, a pesar del eventual manejo del EP sobre el territorio. De este modo, antes de colisionar directamente, ambas estrategias se movían en dos planos distintos y Sendero logró sobrevivir escondido en la mata, donde tenía muchos informantes". (p. 118)

Aspectos resaltantes en el texto, al momento del inicio del conflicto armado, son la conformación de la dirigencia de Sendero Luminoso con mujeres educadas de clases medias y bajas, dada la deserción de los liderazgos masculinos y generacionalmente mayores; y las ventajas que tuvo Sendero Luminoso en el área rural, que le sirvieron para impulsar su actuación mediática en las ciudades, al punto de hacerlo parecer como más grande de lo que en realidad era, convergiendo con su deseo de convertir a Lima en el escenario central de su insurrección. Otro aspecto que resalta el autor son las excusas de la dirigencia senderista para justificar las matanzas cometidas por sus militantes en comunidades indígenas como Lucanamarca, excusas similarmente alegadas por el Ejército y la Marina en el desempeño represivo de sus pelotones y comandos contrainsurgentes contra las poblaciones rurales indígenas.

Otros aspectos que enfatiza el texto son las cegueras y miopías de la clase política gobernante para apelar a una solución política antes que puramente militar, sobre todo del segundo gobierno de Fernando Belaunde, que recurrió a la Policía Nacional y no tanto al Ejército ante la desconfianza y temor que sentía frente a quienes lo habían derrocado en su primer gobierno en 1968 (p. 110). Igualmente, critica la renuencia de los partidos de izquierda frente a la actuación criminal de Sendero y la incapacidad para entender este fenómeno desde una perspectiva democrática, perspectiva que luego asumirán en el contexto de la polarización armada (pp. 106-107). Un aspecto revelador en el balance de esta guerra es el papel que tuvo un sector muy específico de la policía, que pasó de ser un simple organismo de resguardo y represión a uno de inteligencia y seguridad nacional, aspecto crucial en la construcción de un aparato estatal moderno pero que fracasó en su consolidación con el autoritarismo fujimorista. ^

Un aspecto relevante en el libro es cómo los testimonios reconfiguran explicaciones ^

de la dinámica de violencia desplegada durante el conflicto armado. Una

explicación usual sobre la intensa voluntad insurreccional senderista es que esta estaba impulsada por su ideología, basada en un maoísmo radicalizado, que luego fue reforzada con el pensamiento Gonzalo, y que era transmitida por la férrea voluntad de su líder a través de una organización centralizada hacia los organismos generados y las células militares del partido. Pero los testimonios de Yparraguirre y del propio Guzmán, expuestos por el autor, plantean más bien que era la lógica insurreccional de los organismos generados (convertidos luego en aparatos militarizados) la que resolvió el problema de la falta de voluntad dentro del partido para iniciar la lucha armada y/o desplegarla.

"[...], el PCP-SL no participó en los sindicatos y confederaciones independientes, sino que su trabajo orgánico se efectuó a través de movimientos propios que agrupaban a su militancia y a unos cuantos simpatizantes tratados como "masa". Esa forma orgánica tan cerrada fue la base material para un liderazgo igualmente encerrado en sí mismo y confiado en mover la rueda de la historia a partir de la voluntad de sus integrantes [...] En todo ese proceso, los organismos generados habían funcionado como sus canteras" (p. 75).

Para el autor, las consecuencias que devendrían de estas redes generadas por Sendero para movilizar sectores de la sociedad, cuando se iniciaron las dinámicas del conflicto armado, fueron el incremento de los conflictos locales y la subsecuente represión estatal a través de la policía y el ejército, especialmente en Ayacucho. El autor concuerda, en este sentido, con lo mencionado por el Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación y del grupo de inteligencia de la Policía, sobre la importancia de los organismos generados en la constitución de los aparatos militarizados de Sendero para el desarrollo de la lucha armada en el área rural. Este aspecto lo distinguió, por ejemplo, del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, otro actor armado mencionado como rival de la guerra senderista, que apelaba más bien a los organismos generados por la propia población y a los que debía integrarse como parte de su brazo militar (pp. 176-182).

El enfoque teórico y metodológico del libro, en tanto texto de historia, busca reflejar desde el testimonio de Yparraguirre, los aspectos más fidedignos y relevantes de la lógica política de la guerra senderista, que es desde donde se organiza la trama del texto. Pero el autor también permite plantearse, desde los testimonios de los adversarios de Sendero Luminoso, las respuestas estratégicas que se consideraron adecuadas para derrotar a la organización subversiva.

A despecho de la narrativa de la memoria salvadora, que aún predomina en el país 25 años después de la captura de los líderes senderistas y de la instauración del ^-H

régimen autoritario de Alberto Fujimori, y a casi quince años de la presentación del O

Informe Final de la Comisión de la Verdad, que cuestionó esta narrativa oficial para complejizar el fenómeno del conflicto armado interno, el autor persiste en

presentarnos una historia política de la guerra senderista como un proceso concatenado de estrategias racionales que al principio produjeron éxitos para el grupo subversivo pero al final condujo a su derrota. El énfasis de esta explicación teleológica de confrontación entre actores armados, a partir de motivos ideológicos y morales, sobre todo desde la organización senderista, es mostrarnos cómo una voluntad sólidamente cohesionada para erradicar los males históricos y seculares de la sociedad peruana en base a la violencia, terminó siendo vencida por una alianza entre sociedad, fuerzas armadas y Estado en un escenario democráticamente precario. El resultado final, de acuerdo con esta interpretación, fue la constitución de una sociedad agotada por la violencia, dispuesta a aceptar la imposición autoritaria y neoliberal fujimorista para salvarla de sus propias contradicciones.

Desde esta perspectiva, me parece que el autor encuadra la mirada del conflicto armado dentro de los cánones de una guerra ideológica y de voluntades políticas contrapuestas entre comunismo y democracia. Donde sus aparatos militares desenvolvían una violencia cada vez más brutal sobre espacios inermes de la sociedad, activando espontáneamente la violencia de esa sociedad para defenderse de la violencia política generada por ambos contendientes, llevándola a apoyar finalmente al aparato armado más fuerte. En esta visión, la sociedad es un espacio históricamente neutral o, en todo caso, más influida por el Estado, dominada unas veces por los aparatos senderistas y otras por las fuerzas del orden, aunque también por las rondas de autodefensa, el narcotráfico o hasta los partidos de izquierda y grupos religiosos que se subordinaron en alianzas tácticas con estos dos actores centrales del conflicto armado. En todos los escenarios la sociedad no tuvo un rol muy activo en el inicio y despliegue de la violencia. En este contexto, el desempeño de los actores opuestos a Sendero se explica por la pauta del proceso bélico, planteada por la organización subversiva, que estaba condenada al uso indiscriminado de acciones terroristas dada su carencia de armas y su progresivo aislamiento de la sociedad (p. 20).

Esta explicación contrasta con el testimonio de Yparraguirre quien plantea precisamente que Sendero Luminoso tenía al momento de su captura y la de su líder, una fuerza expansiva y creciente en la sociedad (pp. 231-232). En este contexto el libro adolece de una explicación más precisa para establecer un balance más completo de cómo la implantación de aparatos armados, estaba dinamizando conflictos sociales que rebasaban la pura dinámica ideológica revolucionaria y a la propia lógica de la guerra senderista. Esto nos lleva a preguntarnos ¿había condiciones sociales establecidas para iniciar y desplegar una insurrección armada en el Perú de 1980? Y ¿se mantuvieron a lo largo de esa década las mismas q

condiciones que dieron origen al conflicto armado? Para Yparraguirre, las со

condiciones de inserción de la juventud en la organización senderista siguieron .1

manteniéndose intactas hasta 1992, fenómeno que también se percibió por ejemplo en el caso del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru.

En el texto también se plantea que las Fuerzas Armadas (el Ejército y la Marina), emergen como representantes de la victoria estatal en una alianza con la sociedad rural y urbana, pero con una alta responsabilidad por violaciones de derechos humanos, responsabilidad que adjudican a los partidos políticos y a los civiles por no asumir su papel en la dirección de la guerra. En este punto vale la pena preguntarse si los militares peruanos hubiesen aceptado la dirección política de los partidos para dirigir la guerra contra Sendero ¿hubieran obtenido un escenario diferente al del desentendimiento, inoperancia o estupor que estos partidos exhibieron ante los escenarios de violencia? Más aún ¿hubiera disuadido a los militares de aplicar estrategias violatorias de los derechos humanos?

Los aportes de Zapata en este libro redondean, en todo caso, la narrativa política del vencedor, que atribuye la derrota de las organizaciones subversivas a las debilidades en la seguridad de sus cúpulas, a la vehemencia del liderazgo senderista por establecer el equilibrio estratégico y a la exposición de sus miembros en una desenfrenada oleada de atentados por ganar la ciudad capital en un contexto de creciente aislamiento social. Diverge así, con el testimonio de Yparraguirre, quien dice que al momento de su captura la organización subversiva estaba creciendo en su accionar, en miembros y en número de atentados, lo que les sirve también a los líderes senderistas para eximirse de la responsabilidad de las violaciones de derechos humanos realizadas por militantes "novatos" e "inexpertos" en una ideología que promovía el uso de la violencia. En este punto cabe preguntarse finalmente ¿cuánto de la victoria lograda por el Estado en este conflicto armado interno resolvió los problemas históricos generados por la violencia como una forma habitual de resolver las luchas por el poder?

En suma, La Guerra Senderista es un texto que interesa porque ofrece desde una perspectiva ya conocida, testimonios con detalles e intimidades de los principales sujetos armados; una narración política y estratégica dicha también en otras publicaciones por los actores en pugna en los años del conflicto armado interno. Los balances globales de la misma, que incluyan testimonios de los sujetos de base (militantes subversivos y soldados, población organizada y testigos) que participaron en las localidades donde se desplegó la violencia del conflicto armado interno, siguen esperando nuevos enfoques e interpretaciones.

Mario Meza Bazán

Historiador. Docente de la Universidad San Ignacio de Loyola, Lima-Perú http://ishra.sociales.unmsm.edu.pe/contenido/mario-miguel-meza-bazan

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